Miguel Díaz-Canel Bermúdez / 27 de Septiembre de 2019
“Los
hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y
deshacen. Y la pelea del mundo viene a ser la de la dualidad hindú: bien
contra mal”.
¿Quién no ha recordado esa frase de Martí en estos
días desafiantes en que el adversario aprieta el cerco con renovadas
esperanzas de rendirnos y lo mejor de Cuba se levanta para enfrentarlo,
mientras otros trafican con el malestar y las carencias?
Los primeros, perceptible y poderosa mayoría, elevan la autoestima nacional y energizan más que cien barcos de combustible.
Los he visto en nuestros recorridos por el país. Hombres y mujeres,
jóvenes, niños o ancianos, que siguen las noticias, analizan contextos,
condenan el abuso y ofrecen sus ideas, esfuerzos y hasta chistes, para
enfrentar el indiscutible mal rato que la nueva vuelta de tuerca del
imperio prepotente y abusador nos impone.
Ellos están en el bando
de los que aman y fundan. Pesando en ellos hemos convocado a pensar
como país, con la convicción de que es inagotable la fuente de la
inteligencia colectiva.
Hemos convocado a pensar distinto, a ser
proactivos, a distinguir las potencialidades del tiempo que vivimos,
cualitativamente diferentes, como también lo son los seres humanos, en
comparación con otras etapas, no solo porque han pasado los años, sino
porque en su transcurso se transformaron el mundo, el país y los cubanos
con ellos.
Cuando llamamos a rescatar experiencias de los años
más difíciles, a desempolvar prácticas de ahorro y eficiencia del
Periodo Especial, lo hacemos pensando en todo lo que entonces aportó la
inteligencia colectiva y que erróneamente desechamos en cuanto pasó el
peor momento.
Estamos convencidos de que esa búsqueda tiene que
tomar en cuenta los nuevos contextos, los avances tecnológicos, los
aportes del conocimiento en unos de los periodos más dinámicos de la
civilización humana, y no solo en cuanto a lo que hemos avanzado como
especie, también en cuanto a lo que hemos perdido bajo el empuje
consumista y depredador del sistema capitalista.
No le tememos a
las palabras, como no le tememos al desafío. Todo cambia, excepto los
principios. En primerísimo lugar la decisión de preservar la soberanía y
la independencia nacional y de defender el socialismo, la justicia
social, la solidaridad y el internacionalismo al que debemos nuestra
propia existencia como nación.
Algo más no cambia: la obsesión del imperio por castigar “el mal ejemplo de Cuba”.
Quizás por eso algunos han cuestionado el término coyuntural con el que
hemos descrito la situación energética. En las inciertas condiciones en
que opera el mercado internacional de los combustibles y bajo la
enfermiza persecución financiera del bloqueo que padece Cuba, lo
coyuntural puede sugerir optimismo excesivo, pero no fijar límites a esa
situación habría sido innecesariamente pesimista e irresponsable.
Lo que no podíamos hacer de ninguna manera era callar frente a un
escenario impuesto por una escalada en la hostilidad del imperio hacia
Cuba por nuestra solidaridad con Venezuela.
Lo que debíamos y
podíamos hacer era informar de modo amplio y transparente, nuestro plan
contra el plan del enemigo. Un Gobierno serio y responsable tiene ese
deber con su pueblo.
La situación se ha ido remontando hasta hoy
sin tener que recurrir a los apagones. El bando de los que aman y
construyen lo ha hecho posible.
En el bando contrario, los del
odio tratan de deshacer lo que hacemos, llenos de rabia ante la
respuesta popular claman porque los barcos no lleguen, porque las luces
se apaguen, porque el cerco se cierre, porque la Cuba independiente y
digna se rinda o se muera. Se alegran de cada nueva medida dirigida a
reforzar el Bloqueo. Sueñan con la invasión a Cuba.
Como el Caín
bíblico, hay quienes escriben, hablan y hasta chillan en las redes
sociales, por unas monedas del millonario botín destinado a la
subversión contra Cuba. Cada minuto de nuestra resistencia les permite
venderse.
No hay peor precio que capitular frente al enemigo que
sin razón, ni derecho, te agrede, escribió Fidel (1) .
¡Qué vigente su
frase! Tanto como la de Almeida, con la que arrancamos y sostenemos esta
pelea. Coyuntural o permanente el ataque: “Aquí no se rinde nadie…” La
última palabra la pone el pueblo.
(1) Fidel Castro: “Triunfarán las ideas justas o triunfará el desastre” 31/08/2014.
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