No es para menos. El pastor sudafricano visitó numerosas veces a Gerardo en la cárcel, cuando no se veía una luz al final del túnel y el revolucionario cubano era víctima de la irracionalidad y la injusticia en Estados Unidos: estaba condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años. Le impedían encontrarse con su amada Adriana. No había tenido hijos. Pero su firmeza superaba la crueldad y el sufrimiento, en lo que fue trascendental el aliento solidario de millones en el mundo, entre los cuales estaba el Padre Michael Lapsley.
“Desde la primera vez que fui a visitar a Gerardo, siempre me recordó a los líderes sudafricanos que pasaron décadas de su vida en prisión y que no estaban encarcelados por ser malas personas, sino porque creían en una causa humana, en la justicia, en la paz”, había expresado en La Habana este buen amigo, quien confesaba sentir una inmensa preocupación por Gerardo y el lugar donde lo tenían retenido, pero a la vez resaltó que esas mismas condiciones lo convertían en un gigante.
Ahora, tras 16 años de cárcel y uno de vuelta en la Patria, aquella pesadilla parece muy lejana. Se producía un abrazo sentido, cálido, con mezcla de nostalgia, agradecimiento y felicidad. El padre Michael estrechaba en su casa a Gerardo, a quien ha admirado desde su primer encuentro en el 2003. Disfrutaba con el corazón henchido de esta familia cubana, sembrada en la raíz del pueblo.
Adriana, Gema y Gerardo, felices. No es un sueño, sino la realidad de la resistencia, el amor, la esperanza y la amistad verdadera, como la que ha unido al Padre Michael y al Héroe cubano.
No era de extrañar que este hombre justo se sumara a la campaña mundial por la liberación de Los Cinco, y que se identificara con la pureza y la virtud de Gerardo, condenado a morir en la cárcel. El Padre Michael en una visita a Cuba en 2014 describía sus encuentros con el Héroe cubano como “agridulces”.
Ahora la dulzura de Gema derramada en la conversación sostenida por el Padre Michael, Gerardo, Adriana, Fernando y Kenia, desbordaba las expectativas del encuentro.
Y mientras la pequeña persiste en sus intentos de juguetear con su nuevo amigo, es inevitable pensar que sí, hay que creer en los milagros que hace la solidaridad humana. (Iliana García Giraldino/Siempre con Cuba)
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