Por Tubal Páez Hernández_ Fotos: Tony Hernández Mena_
El Primero de mayo en Cuba siempre viene de manos de la
primavera. Por eso a veces coincide con la lluvia, y otras con cielo
transparente y sol radiante, como el de hoy. Esa fiesta de los trabajadores y
del pueblo en el poder es expresión de la alegría social y de la naturaleza.
Algunos percibimos ese asomo evidente de la vegetación, las flores y hasta los
frutos: algunos árboles de mangos mostraban ya sus racimos en la senda derecha
de la gran avenida. Era como si, a unas pocas cuadras de la Plaza misma, sus
ramas en lo alto lucieran también sus consignas y cantos a la vida.
Y me acordé
de Baraguá y de Maceo, convertidos en ríos de intransigencia y firmeza con la
bandera cubana siempre en la cresta de la corriente.
O se levantaron muy temprano o no se acostaron. El hecho es
que coincidieron a las cinco y algo de la mañana frente a la sombra majestuosa
del Capitolio, la nueva casa de quienes laboramos en la Asamblea Nacional del
Poder Popular, y ya a las seis los trabajadores de las Oficinas Auxiliares, los
diputados de las Comisiones Permanentes, y no pocos de sus familiares estaban
en el punto de la Ciudad señalado por el Sindicato de la Administración
Pública.
Muchos coinciden en que en esta ocasión ha sido una de las
de mayor participación del colectivo, con una representación entusiasta de los
jóvenes, que saludaron, desde las venas de la muchedumbre, al General de
Ejército Raúl Castro Ruz y demás invitados, algunos llegados de muy lejos y que
respondían el saludo de la gente con sus manos en alto, junto a la imagen
siempre amada de José Martí.